29 diciembre, 2005

Tan simple y no nos dimos cuenta

Respiro esa sensación de liberación que promete alejarme de la mecánica rutina, de dominantes y obligaciones, de expectantes y expectativas, y de la contagiosa angustia que se respira y absorbe… deseo tomarla, abrazarla, y no dejarla ir nunca, fundiéndonos en algo nuevo y único. Sin reproches ni fantoches, sin culpas ni temores, me lanzo a la conquista de mi objetivo, y juego a las escondidas con la abrumadora masa inerte que me busca y quiere que forme parte de su equipo. Corro sin mirar atrás, escapando y disfrutando del escape. Sonrío y esa risa ya no molesta, porque me acompañan otros con sus carcajadas.
Suena esa dulce música con una particular cadencia, suena a libertad.
Suena, cada vez más alto, contagiando hasta a los más escépticos.
Suena, ya es ajena, cobró vida y vuela sin reparar en nada ni en nadie; pero a su vez es propia, intrínseca, ya forma parte de nuestros amaneceres y crepúsculos.
Suena, ya no hay quien la calle; ya nadie la quiere callar.
Olvidamos quien empezó, solo la seguimos a ciegas, porque ese sinónimo de rebeldía, esa risa, esa felicidad, nos inunda y aplaca a los demonios que veneran al silencio y al automatismo…



¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué tal si deliramos por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la infamia, para adivinar otro mundo posible...

Eduardo Galeano

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