23 febrero, 2006

Lluvia

Llanto de miles de criaturas sometidas al continuo azote de fugaces luces. Las calles transpirando el sudor de la masa que no se detiene, y de máquinas en busca de su creciente autonomía.

Patinaban por su piel, y volvían a empezar, idénticas pero otras. No atinaba a moverse para no quebrar este cómplice juego. Bajaban como caricias, reemplazo de manos ajenas que nunca recorrieron esos caminos.

Sórdidos ruidos de la ciudad que se oculta. Buscan techo, buscan refugio. Montones de almas solas amontonadas, buscando calor y escapando sólo por rutina.

Sus manos se enredaban en gestos nerviosos, y sus húmedos y desorbitados ojos miraban pasados futuros soñados, que se desvanecían junto con sus anhelos.

Inexplicable su prisa, extraña su desesperación. Al ritmo del tic tac se pierden en el laberinto interminable y sin rumbo, maldiciendo al agua que lava sus caretas.

Bañada en sal y azúcar, permaneció quieta y sola esperando respuestas a sus preguntas, buscando razones en el irraciocinio, y acallando a la voz que no había perdido frescura y seguía resonando como pocas horas antes. La voz que consiguió apartar su corazón para evitarle sentir.

No les gusta lo que no controlan, no les gusta la improvisación en el camino en el cuál el único desvío es el atajo. Gotas… gotas rebeldes y escurridizas, gotas imprevistas, gotas sin dueño.

Ellas la acompañaban. No respondían pero tampoco lastimaban, no solucionaban, pero calmaban… Y en la capital revuelta, entre el caos y el revuelo, anónima estaba ella, mezclando lágrimas y un poco de lluvia, pasando el tiempo, soñando que no pasaba, que nunca pasó…




"...El amor es un sueño abierto
un centro con pocas filiales
un todo al borde de la nada
fogata que será ceniza.
El amor es una palabra
un pedacito de utopía...."

Benedetti

22 febrero, 2006

Hoy


Rodeados, cercados; temblando por ser parte, rogando por salir. ¿Cuánto tardamos en animarnos y traspasarlo? En la arena de batalla de la frivolidad sumergidos en eternas luchas contra enemigos invisibles, soñando con el edén, surcando mares de dudas, rezándole a dioses sin título y escondiéndonos bajo el letrero gigante de “destino”, todo vale, todo se condena.

Las preguntas no se hacen, las respuestas no se buscan. Las verdades son impuestas, los cuestionamientos, infamias. Con libertades ficticias y limitadas, quien calla otorga. Por no desentonar, callamos y otorgamos. Invaluables, irrecuperables, cercenan nuestras fantasías para prevenir aspiraciones.

Proyectan ejércitos de ideales, similares y a medida. Mismos gustos, mismas ambiciones, escudados bajo la consigna del consumo. Marchan uniformados, listos para el ataque contra la individualidad y dispuestos a asimilar descarriados. Con la seguridad que el anónimo brinda, el disfraz es único y universal, la innovación nos iguala, y el que no es, no existe.

Imposible recordar el momento en el que nos acostumbramos. Imposible saber cuando fue que la sucia realidad, en nombre del progreso, pisoteó las últimas esperanzas, desdichadas desde siempre y acostumbradas al anonimato y al exilio.


¿Desde allá se escucharán los latidos? Vibran en el pecho, quieren conocer el silbido del viento, la magia de la noche, y las paradójicas caricias de la lucha que nunca consideró teñir su bandera. El grito es único, en el idioma del que le interese oírlo.

¿Cuántas caras tiene la moneda? ¿Y cuántas voces el que necesita decir?
Variables y desvaríos, contribuyen a que no existan últimas. Las llamas que alguna vez envolvieron las alas de libertad, hoy acarician las cenizas y son cuna de nuevas utopías…


Raro volver, raro reencontrarme. Ellas tampoco cooperaron, quizás ofendidas, quizás rencorosas... o tal vez solo traviesas...