30 diciembre, 2005

Me niego a que la voz se calle

La incertidumbre nos arrima a la desesperanza de una manera peligrosa. Esos límites, cada vez más difusos, son los que me dispongo a mantener, para no transformarme en el objeto de mi crítica. Buscan darme ese empujón final, echarme junto con los otros desahuciados que cayeron y que nadie pudo/supo rescatar. Caminan sin rumbo, solitarios y perdidos, se ignoran unos a otros, ocupados en auto compadecerse, y los escasos gritos no logran sacarlos de su autismo. No quiero unirme a ese desfile de sueños rotos, y apáticos divagantes. Me rehúso, y sin embargo cada vez me dan más razones para participar de esa lúgubre ronda que crece día a día. No puedo evitar sentir que cada minuto que estoy acá es una yapa, que este momento tengo que mendigarlo porque no es mío. No quiero decir más ni gracias, ni por favor; quiero que esos dadivosos hipócritas caigan, llevándose consigo la impotencia que acarrean.

365 días, 194 víctimas, $800.000 de fianza, 30 votos… ¿Quién podría imaginar que atrás de esos intrascendentes números se esconde tanto dolor?

“¿La historia se repite? ¿O se repite sólo como penitencia de quienes son incapaces de escucharla? No hay historia muda. Por mucho que la quemen, por mucho que la rompan, por mucho que la mientan, la memoria humana se niega a callarse la boca. El tiempo que fue sigue latiendo, vivo, dentro del tiempo que es, aunque el tiempo que es no lo quiera o no lo sepa.
(…)El poder identifica a la memoria con el desorden y a la justicia con la venganza.”


Y sí… Galeano.

1 comentario:

Anónimo dijo...

moy moy bueno!


asi con "o"


lu